lunes, 24 de marzo de 2025

 

De la hostilidad de Trump y la incoherencia de sus simpatizantes y afines en España

En estos tiempos de turbulencias políticas y comerciales, no podemos evitar reírnos un poco de la situación que se nos presenta. El presidente Donald Trump, con su peculiar estilo de gobernar, ha decidido que Europa, y en particular la Unión Europea, es su nuevo enemigo comercial. Y aquí en Extremadura, nos encontramos en medio de este peculiar "reality show" de aranceles y represalias.

Trump, en su afán por "hacer grande a América de nuevo", ha decidido que los productos europeos, especialmente los agrícolas, son una amenaza para su economía. Así que, con un toque de humor, anunció aranceles a partir del 2 de abril, como si fuera un chiste de mal gusto en su red social favorita, Truth Social. "Divertíos", dijo, como si los agricultores extremeños pudieran encontrar diversión en la incertidumbre de sus exportaciones.

Pero, ¿qué pasa con aquellos que en España sintonizan con Trump? El Partido Popular (PP) y Vox, en su intento por alejarse de la sombra de Trump, se encuentran en una situación de lo más cómica. Por un lado, el PP intenta mantener una relación cordial con Europa, pero por otro, no puede evitar el apoyo de Vox, que, aunque niega apoyar los aranceles de Trump, no puede ocultar su simpatía por el estilo "MAGA" del presidente estadounidense.

La incoherencia es palpable. Mientras Trump critica a Europa y alinea a Estados Unidos con Rusia, aquí en España, el PP y Vox juegan a un juego de equilibrios que parece sacado de un sketch de comedia. Vox, que se declara patriota, se encuentra en la incómoda posición de tener que explicar por qué apoya a un presidente que impone aranceles a productos españoles, como el vino y el aceite de oliva, que son parte esencial de nuestra identidad y economía.

En Extremadura, la situación es aún más irónica. Nuestros productores de corcho, aceitunas y vino, que han trabajado arduamente para abrirse camino en el mercado estadounidense, ahora se enfrentan a la posibilidad de ver sus esfuerzos frustrados por una política arancelaria que parece más un capricho que una estrategia económica coherente. El sector del corcho, por ejemplo, confía en no ser afectado, pero la incertidumbre es palpable.

Y mientras tanto, el Gobierno de Extremadura, con su portavoz Victoria Bazaga, admite la "incertidumbre" ante estos aranceles, prometiendo apoyar a los agricultores para que sigan exportando sin barreras. Pero, ¿cómo se puede exportar sin barreras cuando el presidente de la nación más poderosa del mundo decide que tu producto es una amenaza?

En resumen, la hostilidad de Trump hacia Europa y la incoherencia de sus afines en España nos dejan en una situación que, si no fuera por lo grave, sería digna de una comedia de enredo. Los extremeños, con su ingenio y resiliencia, seguirán adelante, pero no sin antes reírnos un poco de la ironía de la situación. Porque, al final, si no podemos reírnos de la política, ¿de qué nos podemos reír?


Francisco Llera

24/03/2025

miércoles, 5 de marzo de 2025

La guerra que nadie gana: El laberinto ideológico del conflicto ruso-ucraniano

 

La guerra que nadie gana: El laberinto ideológico del conflicto ruso-ucraniano

En el turbulento escenario del conflicto ruso-ucraniano, encontrar un lado "correcto" se ha convertido en una tarea digna de Hércules. La brújula ideológica parece haber enloquecido, girando sin control en un torbellino de contradicciones que desafía toda lógica.

Observemos, con una sonrisa irónica, cómo Donald Trump y Vladimir Putin se emergen como los nuevos paladines de la paz y la democracia. ¡Quién lo diría! Trump, el mismo que incitó una insurrección en el Capitolio, y Putin, conocido por su "democracia a la carta", ahora nos quieren vender la idea de que son los guardianes de la estabilidad mundial. Mientras tanto, las democracias europeas, supuestas defensoras de la paz, parecen más interesadas en atizar las llamas del conflicto que en buscar una solución diplomática.

Y aquí es donde la comedia se vuelve surrealista. La ultraderecha, que hasta ayer rechazó a Putin como si fuera la encarnación del comunismo soviético, ahora se encuentra en la incómoda posición de tener que defender las tesis del Kremlin para no contradecir a su adorado Trump. Es como ver a un malabarista intentando mantener en el aire bolas de fuego y hielo al mismo tiempo.

Por otro lado, tenemos a la izquierda socialdemócrata y a la derecha moderada europea, que de repente ha encontrado en Volodymyr Zelensky a su nuevo ídolo democrático. Nos lo presentan como el epítome de la libertad y la justicia, convenientemente olvidando mencionar que ha ilegalizado a varios partidos de la oposición en su propio país y que entre sus apoyos más firmes están los neonazis ucranianos. Parece que la democracia, como la belleza, está en el ojo del observador.

En medio de este caos ideológico, hay una verdad que brilla por su ausencia: la guerra hay que pararla con diplomacia. Como acertadamente señaló Ione Belarra al inicio del conflicto, las guerras no las gana nadie. Son un juego de suma cero donde todos pierden, excepto quizás los fabricantes de armas y las oligarquías.

Es hora de que dejemos de lado las posturas ideológicas rígidas y nos centremos en lo que realmente importa: poner fin al sufrimiento humano. La diplomacia puede no ser tan emocionante como los titulares de guerra, pero es el único camino hacia una paz duradera.

En este conflicto, como en tantos otros, no hay buenos y malos absolutos. Hay intereses, hay poder, y hay, sobre todo, personas sufriendo las consecuencias de decisiones tomadas en despachos lejanos. Quizás sea hora de que todos, independientemente de nuestra ideología, nos unamos en un grito común: ¡Guerras, malditas guerras!

Francisco Llera Cáceres